CRÓNICAS

Hemeroteca: El JET Alberto Gallardo en México 70′

El Jet Alberto Gallardo con el número 11, era un velocista que corría a trancos largos con un pique de guepardo que incendiaba el pasto y pateaba con tan alucinante fuerza que sacaba chispas de mallas olímpicas, destrozaba redes, astillaba palos y quemaba las manos de los guardapiolas rivales. Por varios años fue el artillero del campeonato, pese a que, en promedio, de cada veinte disparos que percutía sólo uno o dos empanzaban las redes. Los restantes alborotaban a los gallinazos.

El amigo de todos…

No se le recuerda algún gol colocado delicadamente con zapato de seda, a lo Romario. No, qué va, lo suyo era artillería pesada, bazookazos, obuses, misiles con los cuales descargaba toda la adrenalina y la rabia contenida durante el partido. Luego del silbatazo final volvía a ser el provinciano sencillo y humilde, el futbolista que jamás insultó a un árbitro, tampoco negó un autógrafo ni eludió a la prensa: toda una lección de cortesía para unos cuantos futbolistas desubicados, cuya fama inflada artificialmente por los medios se desvanece tan pronto se acaba su cuarto de hora.

Ese era Alberto: bonachón, amigo de todos y enemigo de nadie. Ese era Alberto, un hombre de gestos de cabalidad, integridad y solidaridad como los que hoy traemos a la memoria a propósito de algunos resultados adversos.

Las tres acciones del Jet…

Tres días después del terremoto de mayo del 70 debuta la selección en el Mundial de México contra el difícil elenco de Bulgaria. A pocos minutos de iniciado el segundo tiempo estamos perdiendo ya por 2 a cero. El primero de jugada de tiro libre diseñada en la pizarra. En otro tiro libre, el delantero rival dispara una pelota que a Lucho Rubiños se le resbala de las manos como una flaca enjabonada.

Nadie lo puede creer. La afición por entero, maldice furiosamente al golero nacional. Ese gol desvanece las esperanzas de un país que está herido. Es entonces que el buen Alberto Gallardo aparece en toda su grandeza con tres acciones trascendentales.

PRIMERA ACCION. Gallardo se acerca al vencido y cabizbajo Rubiños, un suicida en potencia que mira al suelo buscando donde enterrarse vivo en México para que no lo linchen en el Perú. El Jet lo palmotea: “vamos, Lucho, no te apagues, levanta el ánimo, que ahorita volteamos el partido.”

SEGUNDA ACCION. Un minuto después se la ponen en bandeja al Jet por el lado izquierdo, el chinchano amaga con la izquierda, se la pasa a la derecha (la cual le servía sólo como adorno hasta que Didí lo entrenó para gastar de forma pareja el empeine de ambos pies). Y desde el vértice del área grande desengatilla tremendo misil y clava a la redonda vedette mejicana (me refiero a la pelota) que yace maltrecha en la esquinita de arriba de la telaraña, donde arrullan las palomas cuando en el estadio no hay ni un alma. 2 a 1. Renacen las esperanzas.

TERCERA ACCION. Minutos después, en los alrededores de su media luna, la defensa rival comete foul contra el cholo Sotil, quien a base de quiebres y paredes a velocidad vertiginosa enloquece al team europeo: tiro libre. El gran Chumpi, se cuadra para patear. El bombardero chinchano se ubica –por iniciativa propia – al lado de la barrera para taparle la visión al guardavallas europeo. El cañetano Chumpi toma viada y el chinchano Gallardo abandona la muralla blanca una pendejécima de segundo antes del bazookazo, como si los rivales fueran leprosos, quienes lo miran desconcertados, porque que no entienden la causa por la que el Jet escapa. ¡Zuuuum! El bólido pasa a rastrón justo por el hueco que deja Gallardo. El arquero, un monumento a la sorpresa, ni siquiera entiende porqué todo el estadio festeja el gol: 2 a 2. Los de la barrera recién la captan: había que escapar de ese paredón de fusilamiento. Si se podía empatar era un hecho que podíamos ganar.

Unos cuantos minutos después, luego de un par de paredes con Mifflin, Cubillas anota el tercero. ¡Perú, Perú, la gloria eres tú! El resto es historia repetida hasta el empacho. Pero vale la pena rebobinar este cassette de recuerdos para que los hinchas entiendan el modo en que se debe guardar la paciencia en mesita de noche con siete candados cuando comete errores un jugador del equipo de sus amores; cuando las cosas no salen como uno quiere; cuando la esperanza se aleja mientras se acerca la incertidumbre.

“¡Vamos muchachos”, guapea Alberto Gallardo desde el cielo, “no se apaguen, a levantar el ánimo, que ahorita campeonamos!”