Jorge «Koky» Hirano, la pulga huaralina

El equipo celeste tuvo su pulga huaralina. Se llamaba Jorge Hirano Matsumoto. No pesaba más de sesenta kilos aún después de haber comido una fuente de tacu tacu a lo pobre.
Alas delta y veneno de avispa…
Era el complemento perfecto para las jugadas de su paisano. Si Pedrito hacía la pausa para pensar, improvisar y sacar conejos de la galera, Koki lo hacía sobre la marcha dándose tiempo para arrancar a todo cuete, driblear en un zumbido de alas delta y picar con veneno de avispa. Pericotero por excelencia, sorpresivo y brillante como un rayo, robaba pelotas increíbles a zagueros y guardavallas despistados.
Marcadores y arqueros no se explicaban de dónde había salido esa pulga, por debajo de qué pierna había aparecido ese esmirriado flaquito de ojos jalados que los había vacunado sin darles tiempo de resollar. Y lo peor, no sabían dónde encontrarlo, cómo pescarlo ni cómo matarlo después de haberlos dejado en ridículo.
Veloz como una liebre…
Pedrito sacaba conejos de la galera, Koki se convertía en liebre y aparecía por donde menos se esperaba. Pedrito levantaba la vista y le daba con el filito del callo; Koki le leía la mente, corría al espacio vacío. Perdón, no corría: volaba y mataba con el dedo gordo. Allí, en la tierra de nadie, aterrizaba risueña la pelota, ebria de tantas curvas y volteretas, y gozosa de tantas caricias con guante de gamuza.
Koki la recibía como regalo de bodas, la paseaba a velocidad de Mustang hasta las inmediaciones del área contraria y la colocaba finamente en las mallas, donde dormía hasta despertar por el alarido orgásmico de la tribuna. De esas hicieron más de mil estos dos cracks huaralinos durante su paso por el equipo cervecero.
Y no importaba si no salía la velocísima pared o no se llegaba a embarazar las mallas: el deleite para los ojos pagaba la entrada.

139 goles, casi nada…
Raudo y ágil como un otorongo, allá arriba en Bolivia, en la tierra de los cambas y los coyas, donde dicen que no cantan los gallinazos, el pequeño Koki,con sus espermatogoles ha embarazado las redes mucho más veces que ningún otro semental peruano .
Jorge Hirano Matsumoto logró en el extranjero lo que Claudio Pizarro demoró el doble de tiempo en alcanzar: 139 goles, convirtiéndose en uno de los máximos ídolos del Bolívar de La Paz.
“Pero claro”, dicen los sabelotodo, los que ven el vaso de agua medio vacío, “¡quién no va a meter 139 goles en Bolivia!”
¿Vale la pena responder a estos comentarios envidiosos? Si se juntan todos los goles que los equipos peruanos han marcado allá arriba en tierra de Evo no creo que pasen de los cuarenta (corríjanme los que llevan las estadísticas).
Perdónalos, Pulguita, porque con tus goles ya les hiciste tragar sus propios mocos.
Por Manuel Araníbar Luna.