EX JUGADORES CELESTES

Alfredo Quesada

Su despliegue sostenido enciende todo en la cancha. Su trajinar es inverosímil, parece tener más de dos pulmones en esa esmirriada anatomía. Merodea el campo en su amplia extensión con un ritmo apabullante. Es energía, tesón, coraje. Su cuerpo no se aflige con el esfuerzo. Cualquier dolor sucumbe, se diluye la fatiga bajo una tenacidad que no redime. La cal sobre el césped orienta su rutina triunfadora.

Es pundonor que se desplaza cadencioso y brillante absorbiendo las miradas de la afición, es enjundia que aturde a los rivales. Su futbol sosegado, leal ante el rival, da sentido al oficio, dignifica la profesión. Mediocampista de entrega incondicional, se yergue en las dos áreas, se arremolina en las inmediaciones de todas las jugadas, royendo, robando balón; iniciando la nueva jugada de su equipo.

Se ha adelantado a su tiempo, concibe la posición de volante mixto que el fútbol normalizará años después. Avanza con el balón e intuye, antes que los demás, la siguiente jugada que avivará el juego de su equipo en el inmenso manto verde que se engalana con sus eminentes pases: cortos, largos, cruzados, por dentro, por fuera. Balancea al equipo, asume la pausa.

Es Alfredo Quesada, el Flaco, desde Lobitos, Piura para el mundo. Anclado, adolescente, en el Rímac se incrusta la camiseta que quedará adherida perenne en su pecho: 17 años continuos de fútbol; único jugador del club con seis títulos nacionales jugando más de 500 partidos y marcando más de 50 goles. Por siempre ídolo y orgullo del Sporting Cristal. Con la rojiblanca, titular del equipo Campeón de América 1975 y aportes superlativos en la clasificación al mundial Argentina 78.

El aficionado al fútbol, especialmente el rimense, clamará su agradecimiento eterno al Flaco, pilar emérito en el engrandecimiento del club al que le entregó todo y en el que paladeó el sabor eterno de la gloria. Salud Alfredo, Flaco inmortal.