Marcelo Asteggiano: «Desde el primer día Markarian nos dijo que el objetivo ese año era salir tricampeón y jugar la final de la Copa Libertadores»
En 1995 pasaste a Sporting Cristal y fuiste parte de uno de los mejores planteles de su historia.
Sí, tuvimos la suerte de lograr cosas importantes con un plantel de jugadores que año a año tuvo su recambio, pero también aparecieron chicos jóvenes con muchísimo futuro que después desarrollaron una carrera en Europa o en Brasil. Por ejemplo, el ‘Chorri’ se fue, Martín Hidalgo anduvo por Rusia y terminó saliendo campeón de América y del mundo con Inter de Porto Alegre. Miguel Rebosio ganó dos Copas del Rey con Real Zaragoza, Andrés Mendoza también en el extranjero. De esa camada también aparecieron Erick Torres, Alex Magallanes.
Nosotros éramos los ‘mayores’ que tratábamos de llevar a los jóvenes para que maduren, pero también que nos ayuden a sostener lo que habíamos logrado años anteriores. La idea era tratar de ser protagonistas en la Copa Libertadores, más allá del plantel reducido. Flamengo, Cruzeiro, River o Boca tienen jugadores de primer nivel; entra uno y sale el otro y no sientes la diferencia. Los jóvenes estuvieron a la altura por exigencia del comando técnico y también nuestra.
En esa campaña de la Copa Libertadores, ¿desde el inicio avizoraban todo lo que iban a conseguir o en qué momento pensaron que era posible?
En la fase de grupos nos tocaron dos equipos difíciles: Cruzeiro y Gremio. Les ganamos en Lima, que era lo importante, hacernos fuertes en casa. Pasamos y cambiamos la localía en octavos con Vélez, que venía de salir campeón de América y del mundo. En Lima empatamos y en Argentina hicimos ese ‘click’. Sabíamos que de locales éramos muy fuertes, ya lo vivíamos años anteriores ganándole a River…
Cambiamos la localía en cuartos y nos tocó Bolívar. Nos llevó a los cuatro mil metros de Oruro, perdimos por la mínima pero en Lima lo revertimos. En semifinales nos tocó Racing que lo superamos ampliamente en casa y fue 3-2 en general. La final era cambiar la localía y definir en Brasil. En Lima hubo situaciones para ambos pero allá fue un partido cerrado que el que hacía el gol ganaba, nosotros fallamos un par de ocasiones. El fútbol es eso, convertir en el momento preciso, más en una final. No estuvimos finos. Nos hicieron el gol y no lo pudimos empatar para tratar de ir a penales.
Y desde entonces no ha habido una campaña similar en el fútbol peruano…
Es difícil. Juegan los mejores de América y tienes que estar muy bien preparado desde todo punto de vista. Tienes que hacerte fuerte de local, no te tienen que convertir y ganarlo. Después salir y ver qué puedes rescatar. A los mejores delanteros los tienes que marcar… Tuve un compañero argentino que y en el torneo local te hacía entre 20 y 30 goles, pero en la Copa Libertadores le costó horrores. No funcionó. Tienes que estar muy preparado para tratar de nivelar si eres atacante; y si eres defensa, tratar de contener a jugadores muy buenos que el día de mañana estarán en Europa.
¿Alguna anécdota que recuerdes de esa campaña?
Muchas. Hay una cuando empezamos el año e hicimos un cuadrangular en Miami. En la habitación que compartía con Magallanes se hizo una charla con el comando técnico, que dijo que el objetivo ese año era salir tricampeón y jugar la final de la Copa Libertadores. Uno lo veía como algo muy lejano. Pero desde el primer día, Sergio Markarián lo mencionó. Después me queda la imagen del último día, 24 horas antes compartía la habitación con Bonnet y le dije ‘pensar que mañana a esta hora sabremos si somos campeones de América o no’. Es un sueño que se tiene y se va armando a medida que uno va caminando. No es fácil llegar a una final con planteles reducidos.
No puedes competir con clubes de Brasil y Argentina, que tienen un presupuesto enorme. Nosotros con uno chico lo logramos. De ahí está en hacerte fuerte como grupo y entender que se puede lograr. Hay que prepararse, dejar de lado la familia, dedicarles muchísimas horas a las concentraciones, viajes, recuperación… Hicimos una muy buena pretemporada con Mario Mendaña. Jugábamos cada tres días y el equipo respondía físicamente. Así estuvimos ocho meses y no hubo lesiones.