7 de octubre del 2024

Los rasgos de un hincha

Toda la vida hemos escuchado comentarios sobre la actitud siempre cambiante de la costilla de Adán.
– Nunca entenderemos a las mujeres volubles –afirman–, son impredecibles.

Mil defectos…
Pero quien dice esto no conoce lo que es un hincha, un tifoso, un fan, un torcedor, o como lo llamen en cada país. El hincha es diez veces más voluble que una quinceañera. Pero además tiene otros grandes defectos:
Es más presumido que Cristiano Ronaldo; más maldiciente que el anciano más gruñón; más celoso que un siciliano recién casado; más explosivo que la nitroglicerina. El hincha no tiene parámetros ni medidas, simplemente es lo que es, un fanático.
El hincha es un niño ingenuo que irradia optimismo, a tal punto que al primer triunfo de su equipo lo eleva ciegamente a futuro campeón de la Libertadores. Minutos después, es tan pesimista como el más ferviente ecologista: cuando nota que su equipo es superado en calidad o en goles, ya lo ve descender hasta la liga de fútbol del barrio, y a sus jugadores los considera poco menos que animales.

Incomprensibles…
La gente que no es hincha mil por mil no comprenderá jamás esta pasión.
No lo entenderás si para ti el fútbol es algo tan distante como la constelación Alfa Centauro.
No lo entenderás si consideras al fútbol como un deporte propio de salvajes.
No lo entenderás, en fin, si tienes otras aficiones deportivas como el fútbol norteamericano, el béisbol o el golf.
En realidad, al hincha no lo entiende nadie cuya afición esté fuera del ámbito futbolístico. Al hincha sólo lo entiende otro hincha.

Sádico, masoquista, bipolar…
El hincha tiene algo de masoquista. Semana tras semana sigue a su equipo así este se encuentre peleando el último lugar de la tabla. El hincha es como la madre que quiere al hijo más feo o al más malvado. Pareciera que le gustara el golpe, el hincha es como esos borrachos tercos que buscan pleito y terminan con el ojo morado y a la siguiente borrachera les vuelven a pegar. El hincha sufre porque quiere sufrir. Le provoca la ira si un compañero hincha no llora cuando pierde el campeonato.

Pero el hincha también tiene algo de sádico. Desde su sofá –puesto que jamás asistirá a un partido en el que no juegue su equipo adorado- grita su euforia cuando su archirrival es derrotado por otro equipo. Y su risa es satánica si la derrota es por goleada. Además salta de alegría si en el mismo partido se parte la pierna el jugador al que odia tan sólo por pertenecer al equipo aborrecido.

Una suerte de bipolar, en sólo 90 minutos el hincha presenta múltiples estados de humor. Ovaciona y aplaude entusiasmado a la primera jugada de su equipo campeón, sea esta un quite no muy elegante o un zurdazo que mande la pelota a la tribuna. Pero al recibir un gol en contra, maldice al desventurado culpable del gol del rival, como si le hubiera robado todos sus ahorros o hubiera abandonado a su hermana embarazada. Minutos después, al hincha lo invade el delirio, lo embarga la emoción cuando anota el gol del empate el mismo jugador al que le había deseado la muerte.

Si gana su equipo un campeonato, el hincha invita gaseosas o cerveza hasta al vecino más antipático, besa a su mujer y le obsequia buenas propinas a sus hijos, y al día siguiente compra todos los periódicos y recorta las fotos de sus ídolos.

No obstante, tras una derrota lanza la gorra al suelo, zapatea sobre ella como aprendiz de bailes flamencos; se encierra en su cuarto durante dos días para no escuchar las chanzas de sus «enemigos», apuñala a la almohada y destroza el despertador porque no quiere despertar nunca; no ve televisión ni periódicos hasta el día previo al siguiente partido. Y hasta pelea con la novia acusándola de lanzarle malas vibras a su equipo querido.

Mentiroso como político…
Otra rasgo inconfundible es su mitomanía. Miente como político:

  • ¡Te lo dije, te lo dije, este delantero siempre le cambia la cara al partido!
  • Estaba visto que ese marcador la iba a embarrar. Un futbolista no puede jugar bien después de emborracharse hasta las ocho de la mañana del mismo día del partido!!!
    Mentira, jamás dijo nada del bendito delantero; tampoco ha visto en ninguna cantina al infeliz marcador.
    Esclavo del horario.
    El hincha es un obsesionado por la hora, siempre llega al estadio a paso ligero. Acelera el paso apenas alcanza a ver el estadio a diez cuadras de distancia, sube corriendo las escaleras de ingreso aunque el estadio esté vacío y falten aún tres horas para el partido.

Amo y señor…
El hincha es dueño celoso de «su equipo», no permite que el hincha de otro equipo opine sobre su propiedad absoluta.
Una tarde en el estadio luego de un partido, comentaba las incidencias del mismo con un gran amigo cuyo único defecto radica en ser hincha de un equipo archirrival del mío, y justamente mi equipo le había ganado contundentemente al suyo. Como mi amigo adolece de todos los defectos enumerados líneas arriba, le dejé la iniciativa en el análisis del resultado. Y empezó a despotricar contra su equipo.

  • ¡Estas mazamorras no saben lo que es una pelota!, ¡quién les ha dicho que son jugadores!, ¡no sé qué clase de dirigentes tenemos que contratan a esas bestias!
    Entonces intervine. Inocentemente traté de ayudar en el análisis de su equipo, enumerando las fallas de su defensa, del mediocampo y de la delantera, pasando por la mediocridad de su arquero. ¡Para qué se lo dije! Ardió Troya:
  • Cómo se nota que envidias a mi equipo. Además, no sabes nada de fútbol, «mi defensa» es mejor que la tuya. «Mi línea de volantes» es el papá de la tuya. Y «mi delantero» es mil veces más goleador que el tuyo. Ah, y tu arquero es una tanga: no tapa nada. ¡Qué se va a comparar con «mi arquero»!
  • ¿Entonces cómo explicas que les hemos ganado?
  • Simplemente de suerte, además estuvimos en una mala tarde. Eso le pasa a cualquiera. ¡Somos mejores, jugador por jugador!

Si un futbolista es fanático de las cábalas, el hincha lo es diez veces más. Utiliza gran variedad de ellas para que gane su equipo y para que su archienemigo pierda contra otros, pero –por su amplitud- este tema merece describirse en otro artículo.