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La cancha: Sporting Cristal 1 – Tachira 1

El camino hacia la competitividad internacional es largo y difícil. Y nosotros tenemos aún mucho trecho que recorrer. Los defectos de nuestra organización como país nos afectan a todos y Sporting Cristal no es una excepción a esa deplorable situación. Somos los mejores en un país donde todo está mal hecho, eso ya lo sabemos. Pero ser eso es poco, poquísimo, a la hora de querer competir de igual a igual con cualquier otro equipo de la región.

Luego del partido con Guaraní, sacamos dijimos precisamente eso: que somos el equipo el más débil del grupo, que no estamos para dejar pasar oportunidades valiosas de sumar puntos y que, consecuencia lógica, cada partido requiere de nuestra parte más esfuerzo, más concentración, más fútbol. Que para superar a rivales internacionales necesitamos mucho más esfuerzo que el que quizá ellos requieran para superarnos a nosotros.

Esta idea despertó respuestas. Algunas discrepantes pero también otras iracundas que defendían su derecho a vivir engañados pensando que, por camiseta o por nombre, nosotros estamos en condiciones de ganarle por inercia a equipos que hacen su día a día usualmente en condiciones de mayor seriedad, dificultad o competencia. Se cree que Sporting Cristal, tan sólo por llamarse Sporting Cristal, está para ir a cualquier país a sacar resultado o vencer sin mayor dificultad a todo visitante. Y es por ese pensamiento por el que dejan de lado en su análisis temas importantes: la diferencia que existe entre nosotros y el rival, el juego que se hace, el que se propone y el que se logra. Se sigue creyendo que a un equipo venezolano se le doblega por el sólo hecho de ser venezolano sin importar el esfuerzo y el trabajo y todo eso que incluso ellos tienen en su torneo doméstico y nosotros no.

Queremos desmarcarnos de eso, queremos dejar de serlo. Ese es nuestro objetivo. Pero toma tiempo, trabajo y mucho, muchísimo, esfuerzo.

Y eso precisamente es lo que pasó ayer en la cancha del Nacional. En el entretiempo, Sporting Cristal no se llevó al camerino la única y esencial lección que debió rescatar: que tuvo que esforzarse mucho, mucho, para doblegar por una diferencia mínima a un equipo del Deportivo Táchira que tendrá quizá menos historia internacional que nosotros, que habrá recogido resultados adversos en sus últimos partidos, pero que ha demostrado que tiene una capacidad de competir mayor a la nuestra. Y esa lección debió tomarse y no soltarse. Al segundo tiempo, Cristal debió salir consciente de que le iba a costar mucho – mucho más de lo que se imaginaba – sostener esa débil diferencia a favor, que no debía perdonar, que no debía aflojar, que si bajaba el ritmo de lo que estaba haciendo podía tranquilamente irse sin la victoria.

Daniel Ahmed debió saber que el segundo tiempo no debía jugarse a la inercia. Que era evidente que Táchira iba a hacer por lo menos un cambio para buscar potenciarse porque ya en el primer tiempo había sentido que, a pesar de la diferencia, con un poquito más podía inclinarnos la balanza. Y lo hizo. Táchira replanteó para buscar el partido. Cristal salió a que la inercia del primer tiempo defina el partido.

Es esa idea de autoengañarse, de creer que el partido está resuelto porque somos Sporting Cristal y el rival es venezolano, que no es necesario ya esforzarse más, que no es necesario replantear con inteligencia, que no es necesario correr y pensar el doble de rápido, que no es necesario asegurar como sea la que se tenga, la que explica el resultado de ayer. Quedarse en el penal tapado o en que el arquero no voló para la foto es irrelevante. Ese autoengaño terminó amargando la noche de fútbol celeste en el Nacional. Táchira nos quitó la pelota en el segundo tiempo, algo que ya había hecho en algunos pasajes del primero. Táchira nos presionó en nuestra cancha y no nos dejó pensar. Táchira bloqueó a nuestros receptores y a nuestros lanzadores. Táchira nos ganó pelota y cancha. Cristal se dejó estar, Cristal no replanteó, Cristal no luchó para zafarse. Cristal pensó que era imposible que le anoten, que con una contra afortunada iba a bastar. Y no bastó.

Si Táchira no anotó antes fue por fortuna nuestra. Si Cristal no anotó el segundo fue por que el arquero del Táchira brindó todo, se esforzó al nivel que exige una noche de Copa Libertadores en la que se juegan la vida. El arquero venezolano tapó todo y a gran nivel. En Cristal pensaron que, como era venezolano y le habían metido 5 la semana pasada, alguno se le iba a escurrir.

Si ante Guaraní aprendimos que con mucho esfuerzo se pueden superar distancias, acortar ventajas, lograr cosas grandes y que aún nos falta más esfuerzo para redondear esos buenos partidos, contra Táchira tenemos que aprender que no estamos en condiciones de aflojar partidos jamás. Que eso nos cuesta caro. Que una cosa es bajar la máquina luego de que le metiste dos al Deportivo Municipal y otra cosa es creer que se puede bajar la máquina a nivel internacional.

Nos falta entender eso, además de esforzarnos más y jugar mejor, para lograr el tan ansiado nivel de competitividad internacional que estamos buscando.

Por: Chalo

Director de elcristalconquetemiro.com

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