La Cancha: Sporting Cristal 1 – Deportivo Municipal 0
Los viejos conocedores del fútbol siempre tienen una frase (tienen una frase para todo) que refleja el momento más importante de la tarde de ayer: «La calidad nunca muere». Y, como todas sus otras frases, suele estar en razón. Un tiro libre de Renzo Sheput en la cercanía del área grande, precisa para un remate de zurda, es altísima chance de gol. Renzo sabe hacerlas. En el primer tiempo tuvo una que pasó desviada por poco. En el segundo tiempo no. Erick Delgado lo supo. Lo supo antes, lo supo durante y lo confirmó después. Si ese balón salía como los que él sabía que podían salir, era inútil incluso la estirada. Aunque los amantes de la foto le reclamarán que no saltó a atajar ese tiro inatajable, Delgado supo que eso sólo serviría para hacer más glorioso – si fuera posible – el gol del 10. «La calidad nunca muere» y así como otros cracks de nuestra historia se siguen parando frente a un balón y siguen derrochando magia (Roberto Mosquera mira a Sheput y piensa en César Cueto), Renzo también será de aquellos que verá un tiro libre y sabrá que él podría convertirlo en gol con un toque de esa zurda tantas veces campeona.
Pero … ahí se acaba todo. Claro, si esta página fuera impresa y se vendiera a cincuenta céntimos, podríamos seguir hablando del tiro libre y todo lo demás y haríamos una nota basada en eso y pondríamos a nuestro 10 a niveles europeos en virtud del golazo que le salió.
Pero, no. Lo de Renzo ha sido generoso como siempre lo ha sido, a su manera, pero es cierto que llegan momentos en los que la generosidad también queda corta.
Lo cierto es que, más allá del golazo de Renzo, hubo poco que festejar en la victoria de ayer. Sporting Cristal ganó siendo mejor que su rival, un Deportivo Municipal que buscó en el choque lo que no tenía en el pie. Aún así se las arregló para llevar peligro y, con algo más de fortuna, hubiera logrado alguna anotación en arco rimense. Pero ser mejor que Municipal nunca ha sido suficiente. ¿Cuándo lo ha sido? Cristal tiene su propio paradigma contra el que competir: su propia capacidad. Porque todos sabemos lo que Cristal puede – y debe – dar y cada partido lo comparamos con ese ideal. Y hace varios partidos que Cristal no puede con su imagen. Desde el partido contra Racing en Lima, para ser precisos.
Frente a Municipal se mostró nuevamente la cara ineficiente del equipo que no hizo que sus ventajas se dirijan específicamente a explotar las debilidades del rival. Las opciones de gol nacidas del juego llegaron y se fueron sin que se pueda concretar diferencias y, para cerrar el tema, se tuvo en el ataque a dos jugadores que, partido a partido, se ganan a pulso el derecho a que se dude de ellos. Jairzinho Gonzales es un carrito chocón que corre como si se le fuera el alma en ello pero nada más. No logra una jugada correcta, hace recordar al Advíncula de hace 6 años quien también, fuera de correr, mostraba poco. Tal vez eso sea lo que le apasiona a Daniel Ahmed con relación a éste jugador; tomar un habilidoso pero que está con todos los boletos de ser un intrascendente más y convertirlo en un diamante. Pero aún no está en eso. Gonzales debe aún aprender a «Jugar» (así, con mayúsculas) que es distinto a ese «jugar» que él hace y que lo trajo a Cristal. Pero, entonces, nos encaramos nuevamente al drama de que hemos traído un «refuerzo» para «hacerlo crecer» cerrando el legítimo crecimiento de muchachos de la cantera que hoy por hoy tienen más para pulir que lo que tiene Gonzales. Mientras Jairzinho completó 90 minutos sin generar algo destacable, Beto da Silva – a quien en el club proclaman como la joya de la corona en menores hoy por hoy – se quedó en el banco. Lo contrario hubiera sido lo correcto.
Pero si en el caso de Gonzales aún hay esperanza, en el caso de Joazinho Arroé no queda ni eso. Arroé juega su primer partido entero en primera luego de casi dos años. Desde ese baremo podría ser entendible que no se brindara una actuación descollante. Pero el problema con Arroé no pasa por lo que brinda sino precisamente por lo que no brinda. No brinda una solidaridad, un compromiso con el equipo, una participación en conjunto, un privilegiar el equipo a sus propias expectativas e intereses. Arroé pasó cincuenta minutos jugando para Joazinho Arroé Fútbol Club y los siguientes 40 simplemente se sustrajo voluntariamente del juego. Evitó participar en él y cuando la pelota, caprichosa ella, lo buscó, se la sacó de encima con más displicencia que recato. Arroé no quiere jugar para Cristal, quiere que Cristal juegue para él. Cristal no está para eso, Arroé no está para Cristal.
Y, quien diría, en la reserva – que ni siquiera en la banca – se quedó Carlo Urquiaga quien anotó el gol del triunfo de aquel partido y que hubiera podido aprovechar mejor estos 90 minutos tanto para su carrera como para el club. Carlo Urquiaga, a quien por necesidades de algún partido hasta lo han hecho jugar de lateral, que tiene gol y campo para crecer, se tuvo que contentar con ver al primer equipo desde la tribuna.
El Torneo del Inca se acabó y lo peleamos hasta esta última fecha. No logramos el objetivo que fue, como en todo lo que se juega, ganarlo. Hoy por hoy se tienen cosas más importantes entre manos – esa es la idea generalizada – y por eso este torneo que quedó en el aire no genera drama. Se espera, eso sí, que el sacrificio de este torneo nos traiga la clasificación a octavos de la Copa. Sólo diré, al igual que en la crónica del partido pasado, que la clasificación a semifinales no se perdió ni ayer ni el jueves sino en aquellos dos partidos realmente malos que tuvimos en Lima ante San Martín y Juan Aurich.
Ahora hay que pensar en Copa. Este miércoles jugamos contra Táchira y el próximo martes recibimos a Guaraní. Ahí estaremos.
Por: Chalo
Director de elcristalconquetemiro.com