No escapa el hecho de que los dos equipos que parecen más pintados para disputar el título nacional a fin de año hayan enfrentado a Sporting Cristal en estas dos últimas fechas y los dos hayan optado por una estrategia similar: esperar a la celeste.
Si me preguntas, la razón de eso es que tanto Marcelo Grioni como Pablo Bengoechea han advertido lo que ya es evidente: que Cristal es un equipo débil en formación. Y entonces, para qué sudar en exceso cuando la paciencia puede dar frutos. Uno espera a Cristal porque sabe que Cristal hace un gol cada que muere un papa y que, más bien, te va a regalar por lo menos un par de opciones para que le anotes. Contra Cristal, la paciencia paga.
Y así fue.
Ayer tuvimos la pelota y no supimos qué hacer. Pablo Zegarra insistió de nuevo en el error. Está insistiendo en él hasta el punto de que uno empieza a pensar de que existen razones subrepticias que lo obligan a no ver lo evidente. Ayer, como la semana anterior, volvió a alinear el peor mediocampo posible. A parte de volver a someter al Capitán a un partido para cuyo ritmo ya no está, vuelve a poner a Joel Sanchez y Cristian Ortiz que muestran cada día que La Florida es demasiado lugar para ellos. Con tres jugadores menos o, lo que es lo mismo, sin el mediocampo es poco lo que se puede hacer. Convengamos, entonces, que jugar con el equipo que mandó Pablo, es empezar perdiendo.
Luego sumémosle que Ray Sandoval se contagió de la apatía y que Edinson Chávez terminó de demostrar que su paso por Sporting Cristal está agotado. Con todo eso, ¿cómo?
Jugar con sólo seis jugadores (y cón sólo Irven Ávila en ataque) no alcanza para parar a un Alianza Lima entonado que juega con la tranquilidad de tener un boleto para la final. Un partido malísimo en el que ganó el equipo que jugó con once. Porque, claro, Cristal ingresó con once jugadores nominalmente pero en la realidad sólo eran ocho. Y luego, con las expulsiones, terminamos jugando con seis. Alianza, entero, nos ganó sin asustarse.
Ya no es novedad que este 2017 se fue al tacho. La posición optimista nos invita a pensar que Cristal está en transición. La pesimista nos enrostra a la posibilidad de que simplemente estemos quemando el tiempo. Mientras tanto, uno duda entre confiar en lo que podría hacer Pablo con un equipo que él mismo arme (y en el que quizá no existan esas raras razones que podrían estar empujándolo a persistir en errores evidentes) o apostar por otros nombres.
Así es cómo se va al garete una temporada que empezó en diciembre del 2016 cuando irresponsables señores decidieron que eran omniscientes, que podían hacer bien las cosas sin prepararse, cuando se sintieron soberbios por logros que no eran de ellos y decidieron, contra todo rasgo de criterio y decencia, traer al amigo y compadre.
Diez meses después tenemos este débil Cristal, el peor equipo cervecero desde el 2011. Pero, claro, lleno de amigos.
Por: Chalo
Director de elcristalconquetemiro.com
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