Julio César Uribe, El diamante peruano
La avalancha de elogios no hace mella a su humanidad. Está bien afirmado con los pies sobre la tierra. La serie clasificatoria contra Colombia y Uruguay le llevó las puertas de la fama y allí está, como siempre, con su sonrisa franca y la mirada mansa y serena. Como su juego. Eso que deslumbró en el Centenario y miles de peruanos festejaron en Lima. El del amague, la finta el quiebre de cintura y la pelota al pie, siempre al pie, acariciándola con el empeine. Se llama Julio César Uribe. Tiene 24 años, una esperanza grande y una historia corta que contar.
La esperanza
Siempre que inicio una jugada pienso que debe terminar en el gol. Es una especie de principio fundamental en mi fútbol, pero también sé que no es fácil que los jugadores habilidosos se transformen en jugadores. Y yo soy hábil por naturaleza, porque nací así y ése es el tipo de fútbol que me gusta. Por eso estoy contento de haber integrado esta Selección peruana. A mi juicio es la mejor que vi. Superior a la que jugó los Mundiales del ’70 y el ’78. Es un equipo con fútbol muy fino, muy atildado, y cuando se lanza al ataque, peligrosísimo. Algunos se admiran de mi optimismo pero son los mismos que no nos daban ninguna chance cuando comenzó la etapa clasificatoria.
Yo creo que si mantenemos la misma humildad, la misma sencillez y de dedicación podemos llegar a causar sensación en España. Esa es mi esperanza.
La historia
Soy el quinto de seis hermanos. Tuve una infancia pobre. Mi madre vendía comida a los obreros de un taller mecánico en Barbones, mi barrio. A veces trataba de ayudarla pero muchas más me escapaba hacia el potrero donde pasaba el día entero jugando con los chicos de mi edad y otros más grandes. Mi padre era ebanista ¿Tú sabes cómo son esos oficios? Hoy tienes trabajo, mañana no. Por eso mi madre tenía que salir a ganarse el pan. Creo que ahora ha llegado el momento de recompensarle tantos sacrificios. Todavía no lo logré, pero estoy cerca. Cuando complete mi primer dinero grande lo primero que voy hacer es regalarle una casa. Tengo muy claro que todo lo que soy se lo debo a ella.
Y en la infancia, dos ídolos…
-Pelé y Muhammad Alí dejaron marcas profundas en mi personalidad. Recuerdo que en esa época, en los cines de Lima daban la película “La vida del Rey Pelé”. Bueno, la aprendí casi de memoria.
Me parecían imposibles las cosas que hacía con la pelota. Iba al potrero y trataba de imitar sus jugadas, sus goles. Sabía que era imposible y ahora estoy más convencido que nunca: Pelé fue único. A Muhammad lo veía pelear por televisión y temblaba. Me corría un sudor frío por todo el cuerpo. Cuando perdía, me enfermaba.
Estaba en Hong Kong, con la Selección y él tenía que pelear con Larry Colmes. En el aeropuerto, cuando volvíamos, compré una revista para saber como había salido. Estaba en la tapa, con la cara llena de moretones. Me puse a llorar. Desearía que no vuelva a pelear porque lo admiro como boxeador y como hombre. Para mí, eso vale tanto como las peleas y los títulos que gano.
En esa etapa indefinida que media entre la infancia y la adolescencia, el fútbol y el boxeo dividían su afición. De pronto una circunstancia fortuita decidió su destino.
-Jugábamos un amistoso contra los calichines del Sporting Cristal. Mi equipo era el Deportivo Barbones. Ganamos uno a cero y mi juego le agradó a Rafael Silva, que en paz descanse. Me propuso ingresar al Cristal y acepté. Tenía doce años y mis modelos eran Julio Baylón, Chumpitaz, Teófilo Cubillas y Alberto Gallardo. Cualquiera de ellos, un verdadero ejemplo para los que empezábamos.
La historia dice que debutó en primera en 1975, a los diecisiete años. Que tuvo dos años buenos, ése y el ’76. Que en ’77 llegó a la Selección Juvenil que jugó en Venezuela el Sudamericano clasificatorio para el Mundial de Túnez…
-Allí en Valencia conocí a Maradona. Con Diego y Candedo andábamos juntos. También hablaba mucho con el chico que era su representante, Jorge me parece que se llamaba…Bueno, ese año no había sido bueno para mí, pero siempre traté de que los obstáculos se transformaran en incentivos. Por eso hablamos mucho, yo le preguntaba que posibilidades había de que pudiera irme al Argentinos Juniors y él me dijo que a lo mejor, alguna vez, podía jugar al lado de Diego. No sé si se acordará pero yo no lo olvide nunca.
Una lesión lo tuvo parado dos meses y medio, cuando el plantel seleccionado se preparaba para el Mundial ’78. Se recuperó un mes antes y a pesar de la presión del periodismo Marcos Calderón no lo convocó.
-Me llevé una gran desilusión pero seguí creyendo en mí. Será la próxima, me dije. Yo quería una oportunidad y no la conseguía. Me parecía que en otros países, los jóvenes con condiciones tenían mejores posibilidades…En el ’79 me convocaron y fui suplente durante todo el Sudamericano y a partir de ahí no salí más. Ese año fui campeón con el Sporting Cristal y goleador con veintidós tantos. En el ’80 volví a ser campeón y me dieron el título del mejor jugador del año. Fui a Buenos Aires a jugar la Copa Libertadores y me fue bastante bien contra River, aquella noche de las tarjetas, cuando el árbitro se puso nervioso…
Los preferidos
Tiene escuela. Terminó el ciclo secundario y cursa el tercer año de inglés. Sus convicciones son firmes. No duda.
-Me gusta ver televisión, pero más pasear con la familia. Trato de salir lo más que puedo con mi señora y mi hijita. Juego de arquero en los entrenamientos y una vez en el Cristal, hicimos un match de boxeo con Chupete Quiroga. Me llevaba como diez o quince kilos de ventaja y le gané por puntos en tres rounds. Allá por el ’70 fui cantante en la televisión. Me presenté en los programas “El tío Johnny” y en “Trampolín a la fama”. Soy sentimental, romántico. Camilo Sesto es uno de mis preferidos. También Rápale.
De la música peruana me agradan los valses de Manuel Donayre, las hermanas Valdivia, los hermanos Aguirre. También tengo preferencias en el fútbol. Me gustan el alemán Rummenigge porque es rápido y crea los avances de su equipo; Maradona porque es hábil, inteligente y tremendamente positivo; Zico porque está en todas las jugadas de gol; Toninho, el mejor marcador de punta que vi en mi vida, y Paolo Rossi porque es hábil y peligroso dentro del área.
Tiene Elba de Papua Lima, Tim, el mejor de los conceptos.
-Es un gran amigo y un magnífico estratega. Ahora todo se ve lindo pero durante la preparación pasamos algunos momentos difíciles y los jugadores encontramos su apoyo. Supo darnos confianza. Sabía lo que podía dar cada uno y nos lo decía: no hay que preocuparse, ya va a salir, ya va a salir…Y salió.
Cuando Teófilo Cubillas se sumó al plantel algunos pensaron que Uribe se quedaba sin puesto. Y en la primera práctica Tim lo puso en el equipo de los suplentes. Estaba por terminar el picado, el sol ya había caído y Uribe tomó una pelota y arrancó dejando gente en el camino. El penúltimo fue Rubén Toribio Díaz; Chupete Quiroga, el último. El arquero se quedó admirándolo, la gente de Arequipa, allí era el picado, aplaudió a rabiar. Tim se paró y lo palmeo. El puesto era suyo.
No se equivocó.
Julio César Uribe se convirtió en los cuatros partidos que llevaron a su equipo al Mundial ’82 en la piedra más valiosa entre el conjunto de joyas. En el diamante del Perú
Tomado de la revista El Gráfico (martes, 29 de Setiembre de 1981).