CRÓNICAS

Futbol y Literatura: «El Fanático»

El fanático es el hincha en el manicomio. La manía de negar la evidencia ha terminado por echar a pique a la razón y a cuanta cosa se  le parezca, y a la deriva navegan los restos del naufragio en estas aguas hirvientes, siempre alborotadas por  la furia sin tregua.

El fanático llega  al estadio envuelto en  la bandera del club, la cara pintada con  los colores de la adorada camiseta, erizado de objetos estridentes y contundentes, y ya por el camino viene armando mucho ruido y mucho lío.

Nunca viene solo. Metido en la barra brava, peligroso ciempiés, el humillado se hace humillante y da miedo el miedoso. La omnipotencia del domingo conjura la vida obediente del resto de la semana, la cama sin deseo, el empleo sin vocación o el ningún empleo: liberado por  un día, el fanático tiene mucho que vengar.

En  estado de  epilepsia mira el partido, pero no  lo ve. Lo suyo es la tribuna. Ahí está su campo de batalla.

La sola existencia del hincha del otro club constituye una provocación inadmisible. El Bien no es violento, pero el Mal lo obliga.

El enemigo, siempre culpable, merece que le retuerzan el pescuezo. El fanático no  puede distraerse,  porque el enemigo acecha por  todas partes.

También está dentro del espectador callado, que en cualquier momento puede llegar a opinar que el rival  está jugando correctamente, y entonces tendrá su merecido.

Tomado del Libro: El futbol a sol y sombra y otros escritos de Eduardo Galeano