Se llama La Cachina de Tacora y es el único lugar del Perú que puede ser una mina de oro o un basural. Instalado en el cruce de las avenidas Grau y Aviación y visto desde un dron, podrían parecer dos chavetazos en el corazón de La Victoria. Eloy Jaúregui la hizo alguna vez poesía: “Es la cumbre del mercadeo de lo usado en Lima y el cachivacherismo”. El Oso Miranda escribió su protocolo de bienvenida: “De Tacora se puede salir calato, pero también bien vestido”. Una tarde alguien encontró fotos de Lima de principios de 1900. Otra vez la ropa húmeda que había tendido la noche anterior. El chileno Néstor Tejada es un coleccionista de estampitas, sobres y sellos postales, eso que la ciencia llama filatélicos, muy hincha del Colo Colo y turista enterado de la fama de Tacora, que ya traspasa fronteras. No hay más rastros de su biografía porque en este mundo, se prefiere el anonimato.
En una de sus visitas al Perú, hace unos años, Néstor Tejada fue a cachinear a las 3 de la madrugada junto con un resguardo -recuerda Jack Hurtado, rostro visible de los coleccionistas de álbumes de fútbol en el Perú- y entre zapatillas con pezuña, kilos de celulares a 15 soles e inodoros que todavía no habían perdido la huella de sus primeros dueños, lo encontró.
-Ahí me dijo que lo consiguió, en esa feria de ambulantes.
Lo que encontró fue oro. Se trata del pasaporte del goleador e ídolo máximo de la historia de Sporting Cristal, Alberto Gallardo. Nombre de estadio y nombre que aún hoy inspira jóvenes delanteros en el Rímac. El documento con el que el Jet viajó y aterrizó en el Mundial México 70. El carnet diplomático que le permitió jugar en el fútbol brasileño y salir campeón con el Palmeiras. Esta es la historia de cómo esa reliquia de museo volvió al Perú.
De signo Sagitario y alto como un rascacielos, Alberto Gallardo hizo todos los méritos deportivos para que el estadio de su equipo, Sporting Cristal, llevara su nombre. Mínimo homenaje para tanto sacrificio. Era muy rápido, según todos los cronistas que lo conocieron y de una patada que intimidaba arqueros -lo sabe Lucho Rubiños-. Fue 4 veces campeón nacional con el equipo celeste y aunque jugó en Milan y en Cagliari, fue con Palmeiras de Brasil el club con el que alcanzó trascendencia internacional. Ese pasado y los goles en los partidos más importantes de Perú en el Mundial de México 70 (contra Bulgaria y ante Brasil), llamaron la atención de Jack Hurtado, el peruano que colecciona todo tipo de souvenirs sobre fútbol peruano y mundial y que ha hecho de ese arte, el único museo del deporte en el Perú (@museoyfutbol).
“Como te dije -dice Jack-, este chileno venía mucho al país y conseguía cosas muy buenas. Reliquias”.
¿Cómo lo conociste?
En el 2013, el museo que dirijo fue invitado por Colo Colo de Chile para hacer una exposición en el Museo Albo. Iba a ir un montón de gente así que viajamos. Y eso pasó. Todos eran chilenos, hinchas del Cacique. A cada uno se le pidió que trajeran alguna objeto exótico, algo de su colección personal. El mundo del coleccionismo es impresionante.
¿Qué encontraste allá?
Álbumes del Mundial de Chile 1962. Imagínate. O camisetas de esa Copa. También otros objetos. Hasta que se apareció este chileno con el pasaporte de Alberto Gallardo.
¿Qué fue lo que te dijo?
Nos acercamos y me dice, luego de enterarse que era peruano: “Oye, Jack, he notado que Alberto Gallardo era peruano y futbolista”. No tenía idea de la importancia de quién era el Jet para nosotros. Al ver la foto de Gallardo, intacto el documento que data del 66, nosotros dijimos de inmediato: “Esto tenemos que llevarlo para la colección”. Quedamos y fuimos a su casa. Primero había que tener un plan.
¿Qué pasó entonces? ¿Fue fácil convencerlo?
En su casa la negociación no fue fácil, porque el chileno coleccionaba postales, sellos postales de los 60 y 70, así había llegado al pasaporte de Alberto en una cachina de Lima. No teníamos casi nada para ofrecer a cambio. Tú sabes que en el coleccionismo apelamos mucho al trueque como moneda para intercambiar, alguna vez te lo he contado. El chileno no quería. Lo convencimos porque este pasaporte iba a ir a una colección privada y luego al al museo que en ese año era un sueño (2013) y en 2018 se hizo realidad. Le dimos una cantidad de dinero, es verdad, después de ver que el documento tenía incluso las visas de trabajo del Jet para militar en el fútbol brasileño. Una joya. Solo así pudimos repatriar el pasaporte de uno de los mundialistas peruanos más queridos de los años 70.
Por: Miguel Villegas
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