1998 un rush espectacular para llegar a ganar el clausura y disputar la final
Pocas definiciones de temporada en el Perú han tenido un final tan de fotografía como aquella de la temporada 1998. Que resultó especialmente apasionante pues reunió a los que entonces eran los cuatro clubes con mayor hinchada en el país con diferencias futbolísticas muy relativas entre ellos que se tradujeron en puntajes ajustados.
Universitario, como campeón del Apertura, vio cómo el Clausura se definía palmo a palmo entre Sport Boys, y sus escoltas Alianza Lima y Sporting Cristal.
Mientras los íntimos, de la mano del colombiano Édgard Ospina, habían hecho un segundo semestre en crecimiento progresivo, que había encontrado su pico de rendimiento a partir de la consolidación de la dupla ofensiva de los llamados «tanques blancos» Roberto Silva y Claudio Pizarro, junto al colombiano Miguel Asprilla, lo de Cristal había sido mucho más espectacular.
Los rimenses, al cabo de la fecha 11 del Clausura, estaban penúltimos en la tabla y jugando muy mal cuando una derrota ante el colero Municipal en el estadio Miguel Grau del Callao culminó con el cese del colombiano Luis Augusto García.
La temporada parecía perdida para los cerveceros, y la dirigencia optó por encargar el cierre de campaña al asistente del ‘Chiqui’: Franco Navarro, quien ya había dirigido a Cristal de manera interina en la primera parte del año, tras la salida de Miguel Ángel Arrué y antes de la llegada de García.
Lo que absolutamente nadie esperaba era que Navarro podría tomar ese plantel muerto y en solo 11 fechas volverlo candidato al título nacional.
El DT recompuso a Cristal en función de un jugador que se había peleado con García: el paraguayo Javier Ferreira, y lo convirtió en principal asistente de su otra pieza clave: el emergente Andrés Mendoza.
Con esa sociedad y bajo el liderazgo de Jorge Soto, Cristal ganó diez de los once partidos de la segunda rueda del Clausura -apenas cedió un empate 1-1 en la fecha 13 ante Pesquero en Chimbote-. Así, los cerveceros llegaron al final del campeonato empatados con Alianza y Boys con 42 puntos, y como su diferencia de goles y la de los íntimos (+18 en ambos casos) superaba a la de los rosados (+12), ambos clasificaron a un partido definitorio en detrimento de la ‘Misilera’ para determinar al ganador del Clausura y, por ende, segundo finalista por el título nacional ante Universitario.
Llegaron 40,648 espectadores a las tribunas del estadio Nacional la noche del miércoles 16 de diciembre de 1998. Bajo las órdenes del árbitro Gilberto Hidalgo, el futból se echó a rodar desde las 20:00 con dos equipos sobrecargados por la exigencia física del final de la campaña pero que se entregaron en la medida de sus posibilidades en clima de auténtica final, aun cuando técnicamente se haya tratado de un partido de definición.
En Alianza, Édgard Ospina envió a Christhian del Mar en el arco; Carlos Basombrío, Sandro Baylón, Frank Ruiz y Marcial Salazar formaron la defensa; Juan Jayo y Juan Carlos Bazalar estuvieron en la primera línea de volante, y Jorge ‘Loverita’ Ramírez y Juan Saavedra formaron la segunda; en ataque, quedaron Claudio Pizarro y Roberto Silva.
Por su parte, Franco Navarro dispuso en Cristal a Oscar Ferro en el pórtico; atrás usó línea de tres con Miguel Rebosio como líbero y Marcelo Asteggiano e Ismael Alvarado como stoppers; Jorge Soto, Roger Serrano, Erick Torres y Martín Vásquez formaron la línea de mediocampo que se completaba con el paraguayo Javier Ferreira ubicado delante de ellos como enganche; y en el ataque, el brasileño Nilson Esidio hizo dupla con Andrés Mendoza.
El partido comenzó con un incidente que lo marcó: en una de las primeras jugadas, Roberto Silva se golpeó el tobillo derecho y quedó inutilizado. El ariete, por entonces mucho más de moda que el propio Claudio Pizarro, no pudo seguir en el campo y envolvió a todo Alianza en un halo de preocupación.
Apenas a los 9′, Ospina tuvo que sustituirlo por Miguel Asprilla, pero los íntimos ya estaban tocados: mentalmente, Cristal había comenzado a ganarles el partido, y gracias al buen desempeño de Ferreira y un gran trabajo de la volante central encimaron poco a poco a los blanquiazules hasta generar la mayor cantidad de ocasiones de peligro sobre el arco de Del Mar.
El quiebre llegó a los 40′, justo cuando parecía que la primera parte se extinguiría con el marcador en blanco. No hubo mucho secreto en la fórmula: Ferreira avanzó por el centro del campo y cedió a Mendoza, quien ingresaba libre por derecha, en las inmediaciones del área blanquiazul.
El ‘Cóndor’ vio venir a Salazar, y lo enganchó hacia fuera para dejarlo en el suelo. Quedó así en ángulo de disparar con su pierna menos hábil, pero no titubeó: con derecha, mientras Ruiz y Baylón querían cerrarlo, disparó lo más fuerte que pudo al primer palo de Del Mar.
La pelota pasó por debajo de las piernas de los zagueros íntimos y se le coló al ‘Loco’: Cristal ganaba 1-0 y se llevaba el Clausura.
En el complemento, Alianza lo peleó como pudo, pero Cristal siempre mantuvo la batuta. Navarro hizo ingresar a Paulo Zabárbulo por Asteggiano en el medio tiempo y retrocedió a Torres a la zaga central, posición en la que el desempeño del ‘Charapa’ creció hasta convertirse en la gran figura de la noche.
Rebosio también esutvo impecable en la anulación de Pizarro, quien no tuvo pelotas limpias, y otro que rindió gran desempeño fue Roger Serrano, muy atento en cortar los circuitos íntimos, sobre todo cuando Henry Quinteros entró al campo en vez de ‘Loverita’ Ramírez.
En Cristal, Navarro tiró dos cambios más: Germán Carty por Nilson, en un recurso que solía emplear en la época, y Pablo Zegarra por Ferreira.
El pitazo final le dio a Cristal una alegría impensada. En el campo, celebraban todos: Jaime Noriega, presidente de la Comisión de Fútbol cervecera, no se cansaba de desvivirse en elogios al técnico Navarro y de decir que él había logrado el milagro de sacar al equipo de un pozo.
A Franco, mientras, lo cargaba en hombros un jugador que no había actuado un solo minuto en el año por lesión pero formalmente pertenecía a Sporting Cristal: nadie menos que un símbolo íntimo, José Soto, traído de México por los cerveceros pero que se había golpeado en uno de sus primeros entrenamientos.
Aquella final fue claramente para Cristal, que luego jugó la final contra Universitario y la perdió por penales, sin que eso causara mucha pena en un Rímac ya suficientemente feliz por haber logrado lo imposible al clasificarse para disputarla.
*Publicado en revista Once